“Haciendo chapa…”

Marcos Rodríguez
callesdeolavarria@gmail.com
Publicado en El Popular, 21 de abril de 2019

Se han cumplido, días pasados, 60 años de la entrada en vigencia de la ordenanza que reconfiguraría el sistema nomenclador de calles de Olavarría, tanto en lo que hace a sus nombres como en lo que respecta a la numeración domiciliaria. Recordemos que la ordenanza 36 sancionada por el Concejo Deliberante el 7 de noviembre de 1958 unificaría para todo su recorrido el nombre que llevarían las calles y cambiaría la numeración domiciliaria iniciándola en la altura 1000 en las actuales avenidas Alberdi y Avellaneda. La intención sería simplificar y ordenar (en aras de un pretendido progreso) un sistema de triple denominación, implementado a partir de la sucesiva expansión de la traza urbana, que se había tornado engorroso. A su vez, la ordenanza estipulaba que el nuevo régimen nomenclador comenzaría a regir a partir del 1 de marzo de 1959.
Vigente el nuevo sistema, serán pocas las novedades que en materia de imposición de nombres a calles de la planta urbana nos traerá la década del sesenta. El nuevo sistema nomenclador barría con quitas, traslados y flamantes nombres a las calles de una urbe que en ese momento se concebía delimitada por las avenidas Pellegrini, de los Trabajadores, Alberdi y Avellaneda. Quedarán solo dentro de este perímetro algunas callejas que con el devenir de los años irán recibiendo sus respecticos nombres. Estas transformaciones conllevarían la permanencia de cuarenta y tres nombres de calles, el traslado de unos veintiocho y la quita de veintidós nombres del mapa de Olavarría. Los locales en su mayoría serán mudados y a uno solo de ellos –Mendiburu- no se le asignará un nuevo lugar. Unos pocos nombres reaparecerán pasados los años. Colón volverá a su lugar original y dará nombre a toda la extensión de la arteria. Sarmiento y Pueyrredón saldrán de Pueblo Nuevo y serán ascendidos a avenidas. Un nuevo nombre de avenida será impuesto: la de los Trabajadores. A una sola calle del microcentro se le quitará el nombre: José María Moreno pasará a llevar el nombre de su tío, Mariano Moreno. Si hablamos de parientes, un hijo se mudará de San Vicente y tomará el lugar de su padre en Mariano Moreno: Roque Sáenz Peña quitará del mapa olavarriense a Luis Sáenz Peña. Pelegrino será el único local que se dará el lujo de, a partir de su ubicación original, desplazar a Victorino de la Plaza en San Vicente. Poco más de veinte calles que hasta ese momento sólo tenían asignado un número, se les daría con el nuevo sistema también un nombre propio. 

Se inicia así un período de adaptación, de acostumbramiento, de cálculos de alturas, de cambios de domicilio y otros menesteres que la ciudadanía encaró apelando incluso a algunos “trucos”. Uno de ellos consistía en sumar o restar 2200 o 2400 para calcular la altura de una cuadra paralela o perpendicular al arroyo respectivamente; y según se pretenda pasar del viejo al nuevo sistema o hacer el camino inverso. Por ejemplo, para una vieja dirección que nos ubicaba en 25 de Mayo al 500 (entre Gral. Paz y San Martín) debíamos sumar 2200, lo cual nos indicaría que a esa cuadra bajo el nuevo sistema le correspondería la altura 2700. Esto, claro está, era de aplicación para el microcentro. En el caso de los barrios Pueblo Nuevo y San Vicente se daría la particularidad de que la numeración par e impar se invertiría de veredas. Su fijación había sido reglamentada en 1928 y debía ajustarse a lo estipulado por el flamante sistema. 
Los cambios concebidos desde la norma, desde los papeles, debían materializarse precisamente en las calles, en las casas, en las esquinas; de manera de hacer visible y palpable una nueva diagramación que la ciudad se daba en torno a su sistema nomenclador callejero. En este sentido la ordenanza 36 ya nos brindaba algunas pautas: “art. 4: las chapas indicadoras de número y nombre de las calles serán colocadas por la Municipalidad. Su disposición y colocación estará a cargo del DE quien podrá realizarlo por licitación o administración (…); art. 5: la numeración domiciliaria de puertas, portones y aberturas con acceso a las aceras será obligatoria y comenzará con el número 1001 al principio de la primera cuadra a partir de las calles 21 y 22. Los números impares irán a la izquierda y los pares a la derecha. La numeración será de cien números por cuadra (…); art. 7: las chapas para la denominación de las calles serán enlozadas o de otro material que se estime conveniente y llevarán el número y nombre correspondiente. Cuando sean avenidas llevarán el número, el prefijo avenida y nombre. Se colocarán dos por cuadra, una al comenzar la acera de los impares y la otra al terminar la acera de los pares, a la altura que determine el DE. Art. 8: la individualización del número domiciliario será realizada por el DE, quien queda facultado para reglamentar el tipo de número y colocación. Art. 9: el DE queda facultado para invertir los fondos que sean necesarios para la adquisición de las chapas indicadoras de calles y números domiciliarios”. 

El 3 de febrero de 1959 mediante decreto 262 del intendente Víctor Portarrieu y en virtud de la norma sancionada por el Concejo Deliberante, se llamaría a licitación para la adquisición de chapas nomencladoras de calles y de numeración domiciliaria de acuerdo a las características y especificaciones técnicas indicadas en el pliego correspondiente. El 8 de abril el intendente Portarrieu por decreto 321 adjudicaría a la empresa ganadora de la licitación el suministro de casi 1500 chapas para nomenclatura de calles y de 15000 chapas para numeración domiciliaria. 
Pero si de “hacer chapa” hablamos, la ciudad que en los inicios de los años sesenta pretendía materializar un nuevo sistema nomenclador, encontraría algún que otro escollo. Por ordenanza 11 del 21 de febrero de 1961 el Concejo Deliberante autoriza al Departamento Ejecutivo a rescindir el contrato con la empresa adjudicataria aduciendo no haber dado cumplimiento al compromiso de entrega. Al mismo tiempo, se habilita un nuevo llamado a licitación para la provisión de chapas nomencladora de calles y de numeración domiciliaria, previa deducción de las entregadas. El nuevo llamado se efectuaría por decreto del Intendente el 5 de abril y el 9 de mayo se adjudicaría a sendas empresas la confección de las chapas con los nombres de las calles por un lado y las correspondientes a la numeración domiciliaria por el otro. Las cantidades serían similares al del llamado original. Un remanente de 3600 chapas de numeración domiciliaria sería adjudicado en agosto de 1962. Así, y paulatinamente, Olavarría iba “vistiendo” -material y visiblemente hablando- a sus calles y domicilios con los nombres y numeraciones sancionados en 1958. 

Transcurridos 60 años de aquel marzo de 1959, el sistema nomenclador callejero de Olavarría ha mostrado ciertos límites a razón de la expansión de la planta urbana, sobre todo en lo que hace a la numeración domiciliaria. Será momento, quizá, de pensar un nuevo esquema en el que se logre conjugar el homenaje ciudadano y la practicidad de su uso.

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