Un parque centenario


Las crónicas de aquel tiempo nos cuentan que era uno de esos días nublados, fríos y ventosos, típicos de la estación. A pesar de ello, la ocasión lo ameritaba. Confluían ese 20 de junio de 1920 el centenario de la muerte del General Manuel Belgrano y la inauguración del parque del Club Estudiantes, a la postre, Parque Carlos Guerrero. De aquel hito que, claro, no fue coincidencia, han transcurrido cien años. Este 2020, entonces, nos encuentra ante el centenario de este espacio predilecto y singular que posee Olavarría. 

En agosto de 1917 la asamblea del club aprobó el alquiler de la quinta 78 del ejido urbano y la construcción de un parque. Ramón Rendón había obtenido, en nombre del club, de Carlos Guerrero el predio por cinco años, con opción a otros cinco, con un alquiler de cien pesos anuales. En septiembre de ese año se decide la contratación de un préstamo con el Banco de Olavarría de 2500 pesos de aquella época, siendo garantes el Dr. Juan A. Errecart y miembros de la comisión directiva. El destino de los fondos: la construcción del parque. El anuncio no se hace esperar y ese mismo mes la comunidad de Olavarría, con sorpresa, se anoticia de que el Club Estudiantes se dispone a “construir un gran parque y campo de deportes, en el cual habrá canchas de futbol, de tenis, velódromo, plaza hípica, cancha de bochas, juegos atléticos, un embarcadero y una balaustrada costeando el arroyo”. El parque será diseñado gratuitamente por el ingeniero José Isnardi y las obras comenzarán en enero de 1918 bajo la supervisión desinteresada del ingeniero Luciano Indavere.



No sin sobresaltos se llegó al gran día. Los actos celebrados en torno a la histórica inauguración del parque comenzaron la noche del sábado 19 de junio de 1920 con una velada artística en el Teatro Menotti Garibaldi. Al día siguiente, en el flamante predio, se desarrolló un breve programa deportivo con importante afluencia de público, a pesar de las condiciones climáticas. La alocución de rigor estuvo a cargo de José V. Rípoli, primer presidente del club. Por la noche, un banquete cierra aquel histórico día.

La precariedad en torno a la ocupación del predio preocupaba al club, intensificándose las gestiones en los años subsiguientes para obtener la donación o compra de la quinta. En 1921 una comisión integrada por Francisco Amoroso, Antonio Petrella y Pedro Giangreco, en compañía de Ramón Rendón y Juan Errecart, logran la cesión al Club Estudiantes de parte de Carlos Guerrero de la quinta 78 por 30 años. 

El 23 de enero de 1923 se produce el deceso de Guerrero y pocos meses después Errecart informa a la comisión directiva la posibilidad de obtener la donación de la quinta. La buena nueva llega en mayo de 1925 cuando Rendón comunica al club que la sucesión de Guerrero ha decidido donar a la entidad la quinta 78 que hasta ese momento ocupaba y la adyacente número 77, sumando unas 14 hectáreas. Los donantes fueron Felicitas Guerrero de Mihanovich, María Teresa Guerrero de Llobet Cullen y Héctor Manuel Guerrero, más tarde nombrados socios honorarios del club. Llega a su fin, entonces y por el concurso una larga lista de personas que trabajaron para ello, una posesión inestable y precaria sobre un lugar donde mucho ya se había hecho y que a partir de ahora continuaría por un camino de constante avance. Ya para ese entonces el tradicional predio era conocido como Parque Guerrero. 


Por sus gestiones y constante apoyo Rendón fue nombrado socio honorario del club Estudiantes y en 1938, poco antes de morir, fue tributado con un sentido homenaje. Ese mismo año el Concejo Deliberante dictaba ordenanza con el siguiente tenor: “desígnese con el nombre de Ramón A. Rendón a la prolongación sud de la calle Lavalle, a contar desde el B. Aristóbulo Del Valle”. Seguidamente, la ordenanza indicaba que el lugar para la colocación de la placa de bronce correspondiente debía ser la portada del Parque Carlos Guerrero. Claro que la elección de la calle no era casual ya que era una de las que bordea las quintas que él tanto ayudó a conseguir.




Otro gran benefactor del club fue el Dr. Juan A. Errecart. En 1916, a poco de constituirse, la entidad lo designó presidente honorario. No solo aportó dinero, materiales, plantas y diversos implementos, sino que también integró comisiones, gestionó beneficios, se entrevistó recurrentemente con Guerrero e incluso aportó peones para trabajar en el parque, que paga de su bolsillo. 

En diciembre de 1925 Ramón Rendón había sido designado para que represente al club en la firma de la escritura de donación de las quintas 77 y 78. En julio de 1933 Rendón sigue siendo un activo hacedor y portador de buenas noticias. En un escueto telegrama dirigido al presidente del club Francisco Amoroso le dice: “firmóse escritura. Lo felicita y saluda”. Mensaje escueto pero que encierra un gran valor para la entidad del Parque Carlos Guerrero. 



Figura polifacética

Se suele recordar a Carlos Guerrero como el introductor en Argentina, en 1879, de la raza Aberdeen Angus. Efectivamente, ese año arriban -a su nombre- desde Escocia, los tres primeros reproductores de pedigrí de la raza: el toro Virtuoso y las vaquillonas Aunt Lee y Cinderella. Solo destacar esto sería una simplificación para una figura caracterizada por un polifacético perfil.

Carlos Francisco Guerrero Cueto nació el 13 de diciembre de 1847 en Buenos Aires. A temprana edad comenzó a colaborar con su padre, también Carlos, un importante empresario naviero de nuestro país. Hacia 1871 comenzó a dirigir algunos establecimientos rurales, forjando un gran conocimiento sobre el quehacer agropecuario. Desarrolló sus actividades en distintas provincias estando vinculado a los establecimientos San Penca, Buena Esperanza, El Parque, María Ignacia, Retaguardia, La Vanguardia, La Salada y la reconocida cabaña "Charles", en la localidad de Juancho, Partido de General Madariaga.


Guerreo llegó a convertirse en uno de los ganaderos que poseía mayor número de cabezas de ganado, de todas las razas, en nuestro país. Fundó la Liga Agraria de la Provincia de Buenos Aires en defensa de los intereses de los productores agropecuarios, presidiéndola por un largo tiempo. Volcó en diversas publicaciones un amplio bagaje de conocimientos adquiridos en la práctica cotidiana y en la vasta experiencia recogida en sus viajes de estudio a las principales cabañas ganaderas de Inglaterra, Francia y Alemania, además de escuelas de agricultura, exposiciones y mercados de ganado. Tal es así que Guerrero, en su faceta de inventor, ideó y construyó varios aparatos mecánicos para la extracción de agua como también para marcar y amansar ganado. Creó, también, un bañadero para ovejas con el que obtuvo el primer premio de la Exposición de Buenos Aires. No escaparon a Guerrero algunas incursiones en política e incluso las actividades industriales ya fue también fundador de la primera fábrica de conservas que existió en Argentina. Falleció en su establecimiento "Charles" en Juancho, el 23 de enero de 1923.







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