Los cuestionados de ayer y de hoy…

Marcos Rodríguez

callesdeolavarria@gmail.com

La popularmente conocida como “calle ancha” y que la ordenanza de 1886 había bautizado como Boulevard Colón fue renombrada en septiembre de 1932 como Avenida Teniente General José F. Uriburu. Al de la errante estatua capitalina se le quita así el lugar que había ocupado desde los comienzos fundacionales en la geografía urbana de Olavarría y se lo traslada al sector de la misma artería en la parte comprendida desde el Boulevard Pringles al Este. Colón pasa entonces a ser el del nombre errante y Uriburu tendrá su avenida en la que en 1936 se inaugurará el busto que, vaivenes de la historia mediante, se convertirá en errante treinta años después.

Vista de la avenida Uriburu (hoy Colón) en su cruce con la calle Rivadavia. Circa 1940

Efectivamente, en nota de fecha 8 de septiembre de 1932 dirigida al intendente municipal Ing. José M. Ferreccio, el presidente del Concejo Deliberante, Antonio Grimaldi, le comunica que “este H. C. D. en sesión de anoche ha sancionado la siguiente ordenanza: art. 1, denomínese Avenida Tte. General J. F. Uriburu al actual B. Colón en la parte comprendida entre el B. Brown y el B. Pringles. Art. 2, denomínese Boulevard Colón a la actual arteria en la parte comprendida desde el boulevard Pringles al este”. Con esta medida, la actual Avenida Colón tendría durante casi treinta años a lo largo de su recorrido un total de tres nombres ya que, bastante tiempo atrás y por ordenanza del 23 de abril de 1909, el tramo correspondiente a Pueblo Nuevo llevaba el nombre de Carlos María de Alvear.

La Olavarría antigua y la moderna, lo rural y lo urbano. Todo ello se resume en esta fotografía 
del histórico puente de hierro de la avenida Colón que atravesaba el arroyo Tapalqué 

Así, a pocos meses de su muerte y a dos años del golpe de estado que encabezara, José Felix Uriburu vestía con su nombre a una de las principales arterias de nuestra ciudad. Uriburu nació en Salta en 1868 y murió en París en 1932. Encabezó el primer golpe de estado de la historia argentina ejerciendo como presidente de facto entre septiembre de 1930 y febrero de 1932. Desempeñó en el marco de su carrera militar, entre otros, los roles de agregado militar, inspector general del ejército, miembro del Consejo Supremo de Guerra y director de la Escuela Superior de Guerra.
En 1958 durante el debate en el Concejo Deliberante sobre los cambios en la nomenclatura y en torno a la restitución (luego de 26 años) del nombre Cristóbal Colón, y por ende, a la quita del de José Félix Uriburu se afirmaba que el primer presidente de facto había llegado a tener un lugar entre las calles de Olavarría en el marco de un homenaje apresurado, teñido del apuro del fervor político de una hora y llevado a cabo sin la perspectiva del tiempo, sin que la historia haya dado su fallo. La historia se hace y se rehace, se lee y se relee; esta vez por otros lares le está tocando al navegante genovés.

El puente de hierro

En su informe de 1904 sobre la situación de la comuna el Comisionado Mendiburu indicaba que los puentes sobre el arroyo Tapalqué “prestan inmensos servicios á la población que vive del otro lado del arroyo y que se encuentra incorporado á la planta urbana por una ordenanza que sancionó el Consejo Deliberante en años anteriores; los habitantes alcanzan en esa parte del pueblo á 3000, notándose crecientes progresos en la edificación de ese barrio”. En párrafos siguientes sostenía que “el puente necesario sería el que se construyera con los fondos de la ley 2 de Enero de 1883, cuya ubicación obligada sería en la continuación del boulevard Colón”.

Será la tarde del 15 de agosto de 1909, y tras haber superado algunos escollos, la que verá inaugurado el tan ansiado puente. Bajo la intendencia de Rafael Muñoz y poco después de las tres de la tarde de aquel domingo, los acordes de la banda municipal y el estruendo de las bombas anunciaron los comienzos de la ceremonia de inauguración. Costeado por el gobierno de la Nación, pero atribuido a las gestiones del por entonces senador Mendiburu, el “puente de hierro” (muchas veces bautizado “de fierro”, “de los suspiros” o menos románticamente “de los suicidios”) prestó servicios durante 57 años uniendo al centro con el Pueblo Nuevo y más allá. Testigo de las aguas, a veces mansas, a veces procelosas, que corrieron debajo y también de la ciudad que creía sus márgenes, fue desmantelado en marzo de 1966, no sin antes rendirle un cálido tributo de despedida.  

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