Cartas en las calles y calles con nombres…

Marcos Rodríguez

callesdeolavarria@gmail.com

Hacia comienzos de los años ‘30 las crónicas periodísticas daban cuenta de las demandas “del barrio adyacente a la estación del Ferrocarril del Sur” en torno a la necesidad de dar nombres a las calles de la zona ya que el servicio de correo, pronto a implementarse, se vería facilitado con la colocación de números domiciliarios y chapas nomencladoras. En este marco, escribe El Popular en su edición del 16 de septiembre de 1931 que “esta medida obedece al hecho de que, habiéndose conseguido un cartero para esta zona, la denominación de las calles y la colocación de chapas con sus respectivos números, hará más fácil en reparto de la correspondencia”.

Imagen aérea del Molino Argentino (instalado por Molinos Río de la Plata),
alrededor de la década del 30.

Así, el decreto del Comisionado Municipal José Ferreccio fechado el 15 de septiembre de 1931 se fundamenta en “lo solicitado por los vecinos de la ciudad, situada a la izquierda de la  vía férrea, y de acuerdo a la autorización concedida por el Señor Interventor Nacional y lo dictaminado por el Señor Asesor de Gobierno”. En su artículo segundo el mencionado decreto establece que “las calles de esta misma parte de la ciudad, que llevan la dirección de SO a NE, o sea que corren paralelas a la vía férrea del FCS, se denominarán Passo, Boulevard Saavedra, Laprida, Dean Funes, Urquiza, Berutti y Chiclana, en este mismo orden y comenzando la primera por la calle que da frente a la entrada de cargas del F.C.S., y la segunda, el boulevard que limita el terreno de la empresa F.C.S. y corre paralelamente a ella”. El mismo decreto, en su artículo primero, aprobaba para las calles perpendiculares a las vías igual nombre de las correspondientes a las continuaciones de las del centro con el agregado prolongación SE. Un tercer artículo de la norma indicaba que “estas denominaciones se efectúan ad referéndum del H.C.D.”.

En 1934 una ordenanza del Concejo Deliberante, sancionada el 6 de junio, homologará las designaciones aprobadas por el decreto de 1931, aunque solo en la parte correspondiente a las calles paralelas a las vías. Las continuaciones de las calles céntricas serán bautizadas unos años más tarde. Así, el Barrio Luján verá bautizadas la casi la totalidad de sus calles durante la década del 30. A la primera calle con nombre del barrio (Isaías Mendiburu en 1913, calle Bolívar) se sumarán las paralelas a las vías bautizadas por el decreto de 1931 y las perpendiculares a ellas por una ordenanza de 1938. Entre estas últimas encontramos a Santiago Derqui (Álvaro Barros), Juárez Celman (Sargento Cabral), José Evaristo Uriburu (Necochea), Bolivia (Dorrego), Paraguay (Belgrano), Marcelino Ugarte (San Martín), Valentín Vergara (General Paz) y Guillermo Udaondo (Coronel Suárez).

Fotografía de 1947 de la primera sede del Club Social y Deportivo El Fortín en la
esquina de José Evaristo Uriburu (la actual Necochea) y Saavedra.

Justo José de Urquiza nació cerca de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, en 1801. Previamente a la actividad política, se dedicó a los negocios agropecuarios de la familia alcanzando prontamente una sólida e influyente posición. Urquiza fue electo, a los veinticinco años, diputado de la legislatura entrerriana, alcanzando en 1841 el cargo de gobernador. Se unió al bando federal participando de numerosas batallas, aunque sus diferencias con Rosas se agudizaron, fundamentalmente en materia económica, produciéndose la caída del caudillo porteño en la batalla de Caseros de 1852. Separada Buenos Aires, Urquiza se erige como el primer presidente de la Confederación Argentina en 1854. Derrotado en Pavón por las fuerzas porteñas en 1861, Urquiza se refugió en su Palacio de San José y se dedico a la actividad agropecuaria. Muere asesinado en su palacio el 11 de abril de 1870.

Calles con nombres… pero sin chapas

La década del 30 será prolífera en términos de dar nombres a las calles de distintos barrios de Olavarría. Durante el período que se extiende entre 1930 y 1940  unas 35 calles de la ciudad verán imponerse sus respectivos nombres, solo unos 11 corresponderán a figuras locales. Igual número desaparecerá de la geografía urbana producto del reordenamiento nomenclador de finales de los 50. Pero en el día a día de una Olavarría que para aquellos años comenzaba un franco proceso de expansión urbana plasmado por el nuevo ordenamiento nomenclador de 1928, la norma no se constituía en suficiente per se y de nada sirve si no se materializa en las calles y los domicilios con las correspondientes chapas indicadoras.

En nota del concejal José Lagoa dirigida al presidente del cuerpo, Antonio Grimaldi, y fechada el 23 de abril de 1932 expresaba el problema en los siguientes términos: “ruego al Señor Presidente se sirva recabar del H. Concejo la siguiente minuta de comunicación al Departamento Ejecutivo: el H. Concejo Deliberante vería con sumo agrado que el señor intendente municipal hiciera dar cumplimiento a la ordenanza referente a la colocación de la nueva numeración dentro de la planta urbana incluyendo al Pueblo Nuevo, pues, probablemente ni la mitad de los propietarios han dado cumplimiento a dicha ordenanza. Al mismo tiempo, que el D.E. proceda hacer colocar las chapas con los nombres de las calles que en la mayoría de ella aún no han sido colocadas. Si con orgullo llevamos el nombre de Ciudad de Olavarría, debemos de propender hacer obras de progreso y no quedarnos en las condiciones de los pueblos de aldea. Saluda al Señor Presidente con la mayor consideración. Fdo. José Lagoa”. Luego de su paso por la Comisión de Obras Públicas, el proyecto de comunicación fue aprobado en la sesión del Consejo del 1 de junio de 1932. Paradójicamente los nuevos nombres proliferaban, pero las chapas escaseaban. 

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